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miércoles, 8 de abril de 2015

Yaoi. Pornografía homoerótica para mujeres

¡La Revista Límulus ha publicado un ensayo mío sobre el fenómeno del yaoi! Dejo aquí los primeros párrafos a modo de provocación y ojalá quieran leer el texto completo:



No hace falta ser un hombre gay para percibir e incluso desear la atracción entre dos sujetos atractivos; una puede ser mujer, heterosexual, y extraer gozo a partir de múltiples manifestaciones homoeróticas sin ningún problema.

Esa fue una de mis propuestas en el primer Coloquio de Letras Diversas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, organizado por el Seminario de Literatura Lésbico-Gay. A pesar del poco tiempo disponible, los organizadores se mostraron muy interesados por el concepto de mujeres heterosexuales que no sólo consumen abiertamente pornografía homosexual, sino que también la producen; la mayoría de los asistentes a mi ponencia fueron jóvenes chicas muy entusiastas que gritaban de gusto al escuchar y ver imágenes conocidas. No fue una coincidencia.

Entre los círculos críticos y feministas, se plantea con regularidad la pregunta de cómo es o cómo puede ser la pornografía producida por mujeres y cuáles serían sus implicaciones, tanto sociales como culturales. Pues bien, la trinchera desde la que yo hablé en el Coloquio fue la del manga y el anime, géneros narrativos extendidísimos de la cultura pop japonesa: el yaoi.

A grandes rasgos, se trata de un subgénero del manga (cómic japonés 1 ) —también identificado con las siglas BL (Boy’s love)—, cuyo significado puede desglosarse en términos estructurales: “Sin clímax, sin objetivo, sin sentido” (Yama nashi, ochi nashi, imi nashi) o en términos temáticos: “¡Para, me duele el culo!” (Yamete, oshiri ga itai!). En cualquier caso, es la representación explícita de una relación sexual entre dos (o más) hombres. Eso es todo.

Ahora, viene lo interesante: Hablar de yaoi es hablar de un fenómeno editorial, estético y (¿por qué no?) sexual exclusivamente femenino. [...]

viernes, 2 de enero de 2015

Ensayar la crítica literaria de libros para niños y jóvenes (I y II)

¡Muy feliz 2015! Este ha sido un año muy productivo y me toca poner al corriente este blog.

En octubre de 2014, publiqué un ensayo en la gaceta virtual FRONTAL, especializada en crítica literaria, en donde rescato algunas nociones y propongo otras tantas en torno al estudio de la llamada literatura infantil y juvenil.

He aquí los enlaces para quienes tengan curiosidad:


Primera parte:




Segunda parte:



lunes, 9 de junio de 2014

Síndrome de tejidos penelopinos

Hace poco publicaron un ensayo mío en la revista Marabunta en el que juego con las posibilidades epistemológicas de tejer. Lo publico aquí también por si llega a haber problemas con el link:

Ilustración de Ángel Zaldívar.
“¿Tejer? ¡No mames, tejer es para viejitas!”, se oye por las calles.

No hay duda de que se trata de una burla. Tanto el acto de tejer como la condición de “mujer de edad avanzada” carecen de dignidad, emoción y valor social a ojos de nuestro agresor y la respuesta inmediata (natural y justa) podría ser: “¡Ah, chinga tu madre, ‘viejita’! ¡Ora, namás por eso, tú invitas las chelas!”. Pero si consideramos bien la situación, nos daremos cuenta de que el enunciado se apoya en presupuestos ridículos e ignorantes.

Cualquiera que haya intentado tejer, bordar o zurcir (volver a pegar tristes botones no cuenta) reconocerá de inmediato que no es igual a estornudar, ni sólo es cosa de “pasar el hilo y ya”; entender las instrucciones para elaborar tal o cual prenda se puede ubicar entre las actividades de intelección más herméticas; y cualquiera que haya escuchado las historias de las grandes tejedoras o las haya observado en la naturaleza, deducirá que las apariencias engañan, en especial, las inofensivas.

            Entre las múltiples representantes en Occidente, la que me provoca más curiosidad es Penélope, reina de Ítaca y esposa de Ulises. Hoy en día y en determinados ámbitos, ser comparada con ella puede tener, al menos, dos implicaciones: 1) que una sea vista como portento de esposa paciente, leal, discreta y abnegada o; 2) que una sea vista como un (lamentable) ejemplo de sumisión y resignación al patriarcado.

            A primera vista y de acuerdo con la forma en que han operado los símbolos a través de la historia, la figura de la reina itacense en verdad representa uno de los pináculos de la pasividad. Sin embargo, ello parte de un error por omisión: que tejer no significa nada, que es hacer algo sin hacer nada, que sólo es una forma menos molusca de esperar por otra cosa…

Si llenáramos el hueco con hilo y estambre, ¿qué pasaría?

La historia dice que, para ponerle un alto apropiado a los avances de los cazafortunas, Penélope anunció que tomaría una decisión una vez que terminara la mortaja de su suegro. Durante el día tejía y en la noche, deshacía…. Y así, por unos tres años. De acuerdo con la lectura clásica, el tejido era lo de menos, lo importante era comprar tiempo para el regreso de Ulises.

Nunca me atrevería a presumir qué hizo o no hizo Homero en vida, pero me inclino a pensar que tal vez no era de los que, en su niñez, permanecían quietos a observar cómo las mujeres a su alrededor hilaban, enhebraban y laboraban. Si hubiera sido así, la labor de la reina acaso tendría la misma relevancia epistemológica que las tertulias en el ágora.

Atenea favoreció al astuto rey de Ítaca y a su familia, no hay duda de ello, pero suele olvidarse que la diosa de la sabiduría y las actividades inteligentes también protege a las hilanderas, tejedoras y bordadoras. ¡Con toda razón! Quien entiende de tramas no es ningún idiota. Si bien la complejidad varía, es necesario un mínimo sentido de estrategia, discurso (de discurrir), anticipación, cálculo y posibilidad de error. La regularidad del movimiento ofrece, asimismo, el freno idóneo para los pensamientos atribulados; la monotonía (peligrosa como es) también despeja la senda para la cavilación recta.

Como actividad humana —que se realiza por gusto o vocación—, producir colchas, chambritas, bufandas, suéteres, cobijas, rebozos, manteles, tapices, gorros, calcetines, faldas, yelmos, barbas e innumerables etcéteras implica una noción de otredad equiparable con la de quien trabaja el campo y quien trabaja en la cocina: satisfacer una necesidad primaria de otro individuo. Como actividad egoísta, se manifiesta la intención de disfrutar el resultado tangible del esfuerzo propio. ¿Por qué no?

Si se observa con atención, la manera en que se entrelazan el derecho y el revés —elementos banales en su singularidad— depende de una intención estética y una conciencia del todo, del entramado, del futuro mismo. ¡Pregúntenle a las moiras! Ningún hilo es igual a otro, pero tampoco es muy diferente; el color, la textura, la longitud y el propósito difieren según la hebra. Aun así, todos deben terminar. El concepto de ‘destino’ está implícito en cada tejido. Es por eso que surge la imperiosa necesidad de azotar la cabeza contra la pared una y otra vez cuando, en el trance de la acción, el material se enreda, se jala o si se produce un error en la cuenta. La perspectiva del resultado nos obliga a cancelar nuestro derecho a equivocarnos y exalta el deseo de perfección. ¡Mejor deshacerlo todo y volver a comenzar!, sólo la experiencia y el genio pueden transformar un desliz en afortunado ornato. Hay quien, como Hugo Hiriart, entiende que no se trata de un mero proceso mecánico: “El arte por el arte y el tejer por el tejer” (refiriéndose a la labor de las arañas, tejedoras por antonomasia).

Así, por un lado tenemos la estética de la urdimbre y por otra, la ética. Tejer sí tiene un significado, no es no hacer nada, es otro tipo de discurso que surge a partir de un contexto y que responde en consecuencia. No sería muy diferente del propio acto de pensar, si consideramos que, típicamente, se opone el pensar o teorizar al hacer. No obstante, la lengua misma ofrece indicios de lo contrario, ya que “pensar” es tan verbo como “hacer” y —en calidad de verbo— es acción por derecho morfosintáctico, semántico y pragmático (Eduardo Nicol podría decir algunas palabras al respecto). Entonces, quizás elaborar una mortaja por años resulte tan significativo como tratar de regresar a casa.

Penélope no es tonta (“Quien entiende de tramas no es ningún idiota”): Aprovecha el menosprecio de los hombres por los quehaceres femeninos y la supuesta piedad por la condición de los muertos para esconder un profundo ejercicio intelectual detrás de cada hilo. Aun si no esperara el retorno de Odiseo, el tejido la protege de un matrimonio impuesto por la codicia y la ley; ella podría ganarse el legítimo favor de Atenea sólo por eso. Homero nos habla de los pensamientos de la mujer, pero únicamente los que se relacionan con su esposo (claro, se trata de la Odisea). ¿Y todos los demás?

A lo mejor, en esos largos días, la tarea fungió como un verdadero lienzo en blanco. Al tiempo que avanzaba, nuevas figuras aparecían en la tela y la repetición la hacía más hábil, con deseos de retarse a sí misma en un campo placentero. Se trataba de una mortaja, en efecto, pero Laertes no estaba muerto, así que Penélope no tenía la obligación moral de observar un diseño plano y sobrio.

Por supuesto que conocería la fatídica historia de Aracné y no tendría la intención de cometer el mismo error. La muchacha se había equivocado, no al creer que era mejor que Atenea, sino al presumir y aferrarse a su palabra frente a la diosa. Entonces, Penélope pensaría: “Es posible que hayas dicho la verdad sobre los dioses, pero tu arrogancia lo convirtió todo en un motivo para ser castigada. Donde el tejido habla, las palabras sobran.”

El silencio de la reina itacense —interpretado como símbolo de sometimiento— entonces pudo haber sido una muestra de concentración en asuntos filosóficos. Cada idea, cada recuerdo, cada historia, cada mito que atravesara su mente podría verterse en la estrecha trama, igual que un diario. La ventaja sería que, como habría de deshacer el producto, ahora podría ser honesta: Teje sobre lo que sería vivir como pastora en una isla solitaria, sobre lo que hubiera pasado si jamás se hubiera casado, lo que se sentiría ver el mundo con los ojos de un águila.

Además, en su encierro y rodeada de sirvientes, tal vez se habría enterado de cosas que jamás hubiera escuchado al lado de Odiseo, cosas que valdría la pena plasmar en el lienzo: Un día teje sobre una familia atacada por soldados; al otro, sobre un grupo de hombres que violan a una adolescente; al siguiente, sobre un viejo mendigo apedreado por niños en la plaza; al que sigue, sobre una mujer condenada a tejer con una sola madeja escarlata por siempre... Por la noche, cuando jalase el hilo y las escenas despareciesen, imaginaría que es real y sentiría que ella es la responsable. ¡Ah! Pero, a veces, también se tropezaría con la urdimbre y desharía centímetros enteros porque detesta equivocarse.

            Acaso ser Penélope no es ser como todos piensan. Sufrir de un síndrome penelopino, hoy en día, podría significar lo contrario a la espera pasiva o al esfuerzo sin propósito; una compulsión por el trabajo llano, simétrico y detallado, por ejemplo: “Ya no sé qué escribir y necesito descansar mi cerebro... ¿Dónde dejé mi tejido? ¡Ah, ahí’stá! ¿Pero qué…? ¡Ay, no! ¡Ara, tu pinche gato volvió a jugar con mis cosas! ¡Un día de estos lo voy a enrollar y atorar en la persiana, te lo juro! *…Riiiiing…* ¿Qué quién me habla? ¿Ulises? ¡Ah! Dile que yo le llamo en un rato. Este estambre de porquería ya se me enredó otra vez.”

martes, 6 de mayo de 2014

OTROS AUTORES SOBRE EL ENSAYO: Federico Patán

Para mi archivo personal sobre el ensayo, ahora traigo  un texto del buen Federico Patán, académico, traductor y profesor incansable. Me gusta mucho por su didactismo, su honestidad y su tono amistoso. Aquí dejo fragmentos que me parecen especialmente significativos, pero  en esta ocasión sí tengo un enlace al texto completo [¡Hurra!], en caso de que alguien quiera echarle un ojito.
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PATÁN, Federico, “El ensayo y sus alrededores” en Anuario de Letras Modernas, vol. 10, 2000, Colegio de Letras, FFyL-UNAM. pp. 155-166. Versión en línea disponible en: 

-Sin duda dar un punto de vista personal acerca de algo es, por naturaleza, un enfoque parcial y, en razón de tal parcialidad, un acercamiento honesto. (p. 157)

-[…] al parecer no hay límites a las posibilidades de un ensayo, excepto aquellas que pertenecen a quien lo haya escrito. Allí está la belleza real del género: no conoce más límite que la inteligencia del autor. (p. 157)

-El ensayo literario, tengo para mí, ofrece un diálogo, una explicación meramente posible acerca de un tema, incluso simplemente las dudas que nos estropean la tranquilidad mental. Un ensayo pudiera ser el esfuerzo que hacemos para entender las cosas. (p. 157)

-[…] no escribimos ensayos para ofrecer datos sólidos acerca de un tema, sino para meditar en torno a él, para darle penetración a nuestras dudas, para proponer una explicación aceptable respecto a algo, para abrirnos al diálogo con otros. (p. 159)

-[citando a Aullen] “escribe ensayísticamente quien compone experimentando, quien de este modo da vueltas de aquí para allá, cuestiona, manosea, prueba, reflexiona…” (p. 160)

-[…] ¿cuáles temas son los adecuados para un ensayo? Todo lo existente bajo el sol, desde la flor más humilde hasta la idea más abstracta. Porque si el ensayo es un modo de observar el mundo, todo lo de ese mundo le pertenece. (p. 160-161)


-Me arriesgo a la cursilería: un ensayo escrito desde el fondo del corazón y con el auxilio del cerebro es uno de los mejores modos de expresar: así es como entiendo el mundo o algunos de sus aspectos. (p. 165)


viernes, 9 de agosto de 2013

¿Qué es el ensayo?

Dentro de poco tiempo, impartiré un taller de ensayo literario para jóvenes de entre 15 y 18 años, como pago inicial a mi amada Universidad. 

Alá sabrá lo que me depara el destino. 

Pero para comenzar, primero debía tener claro: ¿Qué es el ensayo? Lo he leído, lo he citado e incluso lo he escrito... y ahora, ¿cómo lo defino?, ¿cómo sintetizar un mundo tan grande de estilos y posibilidades?, ¿cómo se lo presento a unos muchachos de tal manera que puedan enamorarse de él así como yo?, ¿cómo digo brevemente, para engancharlos, todo lo que puede ser el ensayo?

Lo único que se me ocurrió fue hacer una nube de palabras (verbos, para ser exactos) que representaran y rodearan lo que, para mí, implica el acto ensayístico. He aquí el resultado. 

Sólo me resta esperar, conocer a mis próximos alumnos y volver a conocerme a mí a través de ellos.


lunes, 15 de abril de 2013

MYST y los mundos salientes


El siguiente es un ensayo-exposición sobre la idea de mundos posibles y mundos salientes aplicados sobre la mitología de MYST, el popular juego de RPG (y una trilogía de libros muy querida). 
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When we created Myst, we just wanted to make places, not games.
Rand Miller

El siglo XX, debido a sus avances tecnológicos, científicos y filosóficos, ha necesitado de nuevas concepciones sobre la categoría de la realidad: los mundos posibles. Éstos, a lo largo del tiempo, no sólo fueron abordados por la filosofía analítica, sino que también permearon el campo literario al enriquecer las perspectivas sobre la naturaleza de la ficción.

Hoy en día, a partir de la internet, los juegos de video y la realidad virtual, la categoría de ‘mundo posible’ ha adquirido un status casi privilegiado con respecto de una realidad cada vez menos aceptada —o tolerada— por el público. Muestra de ello es el fenómeno masivo creado por MYST, un juego que constituye una extraordinaria amalgama de dos niveles de posibilidad: 1) al interior de la historia, donde se habla de forma explícita sobre la capacidad literaria para transportar al lector a otros mundos y; 2) fuera de la historia, donde la categoría de RPG seduce al jugador al desplegarle múltiples posibilidades de acción.

Así pues, en veamos las relaciones entre los conceptos de ‘mundos posibles’ y ‘mundos salientes’ y los niveles fictivos que ofrece MYST.

Discusiones sobre la teoría
El concepto “mundo posible” surge a partir de los años cincuentas del siglo XX como una categoría filosófica muy influida por la lógica leibniziana. en las áreas de lógica, filosofía del lenguaje, filosofía de la mente, epistemología y matemáticas para designar todo aquello “que podría ser”. La idea no tarda mucho en incorporarse al campo de la lengua y literatura; en semántica, por ejemplo, el término se adopta y desarrolla como respuesta a la teoría extensional del significado, según la cual, el significado de una palabra era una simple extensión de su significante[1].

La introducción y desarrollo del concepto en el ámbito literario se atribuye al teórico Lubomir Doležel entre los años setentas y ochentas, en especial, a partir de la publicación del artículo “Mímesis y mundos posibles” en 1988. El planteamiento tuvo una enorme aceptación por parte del resto de los estudiosos, debido, probablemente, a que respondía a numerosas interrogantes sobre la naturaleza de la ficción, ya no como reflejo o representación de la realidad, sino como una alternativa de ella. Sin embargo, algunas de las tesis de Doležel fueron cuestionadas por varios jóvenes investigadores, como Pavel y Howell, quienes afirmaron que no era posible hacer una equivalencia total entre ficción literaria y “la metafísica de los mundos posibles”[2].

Podría decirse que, en apariencia, los nuevos teóricos modificaron y adaptaron el concepto de ‘mundo posible’ al proceso de escritura-lectura. No obstante, muy a pesar del término ‘mundo saliente’ propuesto por Pavel, para diferenciarlo del de Doležel, en el fondo se sigue jugando con los mismos elementos.

En su texto, Mundos de ficción, Pavel recorre las propuestas de S. Kripke, Howell y A. Plantinga para sintetizar las visiones hasta entonces planteadas respecto a las posibilidades de la ficción, para, más adelante, discutirlas. Por ejemplo, si “en la concepción de Plantinga, los libros están estrechamente vinculados con mundos: a cada mundo le corresponde un libro y sólo uno”[3]; afirma que, en realidad, pueden existir varios (Magna Opera), de tal manera que no se privilegie un único punto de vista. Más adelante, Pavel aclara que, si bien para muchos filósofos existe un único mundo actual, desde el cual parten las concepciones de mundos posibles, de acuerdo con su teoría de mundos salientes, es posible hablar de muchos mundos actuales.


Diferencias entre conceptos según Thomas G. Pavel
De acuerdo con los postulados inscritos en Mundos de ficción, se establecen claras diferencias entre las categorías de ‘posible’ y ‘saliente’, las cuales pueden resumirse de la siguiente forma:

Mundo
POSIBLE
Mundo
SALIENTE
Es un concepto filosófico.
Es un concepto literario.

Es independiente de otros mundos.
Depende del proceso creativo de un autor y especialmente, de la recepción del lector.
Entre sus elementos existe una relación basada en la verdad.
Entre sus elementos existe una relación basada en la verosimilitud.
Su relación con otros mundos se establece por medio del azar y la probabilidad.
La relación entre el mundo actual y el mundo saliente se establece a partir de la actividad del autor.

No obstante, al momento de aplicar la teoría a una obra tan intrínsecamente relacionada con las posibilidades como lo es un juego de computadora y las novelas escritas a partir del mismo, podremos ver que en realidad no existen tales diferencias.


Orígenes y desarrollo de MYST
La idea original se gestó en los años ochenta en las mentes de los hermanos Rand y Robyn Miller, quienes adquirieron su pasión por la aventura a lo largo de sus viajes y los libros, especialmente los de J. R. R. Tolkien y C.S. Lewis. Años después, el juego comenzó a tomar forma concreta y en 1991 (después de tres años de dura labor), se lanza al mercado MYST, cuya historia narrada por Atrus, cautiva a miles de personas y cuyo carácter de RPG complace incluso a los jugadores más experimentados.

Debido al éxito obtenido, en 1995 se publica la trilogía MYST: El libro de Atrus, El libro de Ti’Ana y El libro de D’ni, donde se explica el origen al interior de la historia— de los personajes y, sobre todo, de la cultura D’ni, inventora del Arte de la Escritura, donde cada libro puede transportar, literalmente, al lector a otros mundos. Dos años después, sale RIVEN, segunda parte del juego, para estos momentos, la saga es ya un fenómeno mundial. En 2001, MYST III: EXILE es lanzado y muestra características que hacen cada vez más real la experiencia personal, tales como live action, escenas en tiempo real y vistas panorámicas de 360°. Tres años después, con la colaboración de otro estudio de animación, MYST IV: REVELATION se muestra como el primer juego con tecnología desarrollada específicamente para sus propósitos, como la ALIS (Artificial life interactive system). Finalmente, en 2005, se publica el último lanzamiento de la saga, MYST V: THE END OF AGES, que cuenta con animación Real time 3D. Para este año, el culto alrededor de MYST tiene abrumadoras vertientes, desde los jugadores empedernidos hasta recreadores de la cultura D’ni, de entre los cuales, muchos simulan escribir sus propios Libros Era.




Libro Descriptivo de una Era
En la historia presentada tanto por los juegos como por los libros, hay una constante que cohesiona y da sentido a la trama: la presencia de la cultura D’ni[4]. Ésta era una civilización desarrollada bajo tierra, con habitantes longevos y un increíble desarrollo tecnológico… pero cuyo mayor logro fue el llamado Arte, una técnica de escritura —permitida sólo para unos pocos— que permitía la entrada física a los mundos escritos por un cofrade o Eras. Los D’ni crearon tantos Libros Era que tenían ejemplares específicos para proveerse de alimentos, materia prima o lugares de recreo. Es en este punto donde el concepto de mundo posible o mundo saliente comienza a manifestarse de forma concreta.

Una Era o Libro Descriptivo es como sigue:

Donde —después de haber descrito minuciosamente cada elemento físico de un mundo— la primera página derecha del libro tiene una ventana, a través de la cual es posible asomarse al espacio creado y sólo pasando la mano sobre la ventana se puede establecer el contacto para transportarse al interior.


Algunas reglas de la Escritura vistas desde la teoría de los mundos posibles
La Escritura, para los D’ni no era sólo una arte, sino una ciencia, la “ciencia de la descripción exacta”, por lo que tenían una serie de reglas que debían seguirse al pie de la letra o, de lo contrario, la Era podría perecer o peor aún, el visitante podría quedar atrapado para siempre. A continuación, algunas de esas normas:

  1. La variedad de Eras depende del Terokh Jeruth, el Gran Árbol de la Probabilidad.
Se presentan azar y probabilidad, según Howell. El azar se manifiesta en cuanto a lo fortuito que resulta establecer un nexo con uno u otro cosmos; mientras que el hecho de poder escribir no sobre un mundo, sino el mundo mismo poder cambiarlo o destruir su posibilidad a partir de la acción poiética del cofrade manifiesta el potencial de la escritura.

  1. El Arte es también una ciencia, la de la precisa descripción. En cuanto se escribe el primer carácter, se establece un nexo con el mundo recién creado.
Concebir la escritura como un nexo entre mundos posibles implica pensar que dichos espacios ya existen en otra realidad; entonces, se plantea el dilema sobre qué tipo de existencia es, si ontológica o puramente ficcional. No obstante, el cofrade D’ni, al escribir, no connota, sino que denota el significado de cada frase.

  1. La descripción ha de seguir una serie de fórmulas especiales, obedecer leyes precisas (éstas, incluso, pueden deformarse o llevarse al límite)[5].
La poiesis adquiere un significado casi teológico al ser un factor decisivo en la construcción del puente literario. La calidad de una Era depende en gran medida del estilo y correcta redacción del cofrade; éste debe hacer gala, no sólo de cohesión de pensamiento, sino de una capacidad adaptativa para incorporar nuevas proposiciones (si acaso el mundo lo necesitase).

  1. Una vez completa una Era, uno debe, siempre, hacer al menos un Libro Nexo, el cual debe incluir palabras y frases que lo conecten al Libro Descriptivo y también una descripción del lugar de partida.
Aquí hace su entrada el concepto de magna opera de Pavel, donde el pluriverso contiene varios mundos, cada uno con varios libros, es decir, el corpus que da cuenta de la existencia de uno u otro universo.

  1. Las contradicciones puede destruir una Era. Con demasiada frecuencia la desgarran por la tensión creada al intentar resolver instrucciones contrapuestas.
La dicotomía verdad/verosímil de la realidad se hace patente en la muerte de una Era. Como unidad ficticia, debido a las contradicciones, resulta inverosímil y pierde su razón de ser; como unidad ontológica, muestra una existencia nula, al menos, para el ser humano[6].

  1. No se pueden escribir libros descriptivos de mundos ya existentes. Los Libros Nexo no funcionan al interior de una Era.
La ventaja de la magnus opus múltiple no existe para la ciencia D’ni, en cuyo caso sólo parece aplicar la visión de Plantinga de un mundo, un libro. No obstante, dado que aún se pueden escribir varios Libros Nexo entre Eras[7], podría hablarse de una magna opera por mundo, no por universo.

  1. Es posible acceder de una Era a otra, estableciendo los nexos adecuados.
No existe un punto de vista privilegiado para escribir una Era. De acuerdo con la concepción de Pavel sobre una estructura dual, donde hay universos primarios y secundarios, el mundo desde donde se escribe la Era sería un universo primario, mientras que la producción de diversas Eras a partir de los referentes actuales del cofrade constituiría su abanico de mundos secundarios. En el caso de una Era, la cual tiene una existencia ontológica real —como si fuera otro país—, se puede convertir en un nuevo universo primario y así sucesivamente.

  1. Suele suceder que la Era per se manifiesta cualidades no escritas en el Libro Descriptivo; esto se debe a la interrelación causal entre enunciados.
Aquí se manifiesta lo que Pavel llama una “estructura saliente”, en las que no hay necesidad de que haya isomorfismos entre universos primarios y secundarios. De este modo, la Era cambia, incluso sin la intervención del cofrade, no sólo por las interacciones entre frases —que es como cualquier reacción química: calculable y al mismo tiempo, impredecible—, sino también porque, invariablemente, el visitante y su perspectiva también la transforman.

Ahora veamos un esquema del proceso de escritura D’ni (basándome en las reglas presentadas más arriba):

Partimos del “Mundo origen” o el punto inicial para el escritor, quien puede “crear” una o más Eras a través del Libro Descriptivo. Para acceder a cualquiera de ellas, él debe escribir al menos un Libro Nexo que establezca un puente entre locaciones específicas en ambos mundos y este proceso puede extenderse indefinidamente… ¡Mundos posibles o mundos salientes se hacen patentes ante los ojos del lector! Porque aquí es necesario recordar un hecho importantísimo: A nivel bioquímico, ver, recordar, soñar, imaginar o inventar disparan las mismas reacciones en el cerebro; para éste no hay ninguna diferencia.


El papel co-creador del lector/jugador
¿Cómo establecer la diferencia entre realidad y ficción? Según Schmidt, lo único que puede servir como base es un constructo de convenciones sociales, históricas y hasta circunstanciales que define tanto la realidad como la ficción[8].

De esta manera, más allá de las intenciones del escritor, quien determina si aceptar o no el pacto fictivo es el receptor. Pero el papel del receptor no se restringe al establecimiento de este pacto; sería ingenuo (y apocalíptico en el sentido que le atribuye Eco) pensar que el público de productos culturales en la “época de la masificación y la reproductibildad mecánica” son receptáculos pasivos carentes de sentido crítico. Sin importar su edad o bagaje educativo, nadie (o casi nadie) asimila toda la información que recibe de manera total y pasiva; su contexto social, su historia de vida, sus opiniones, incluso sus estados emocionales del momento condicionan lo que recibe y cómo lo recibe... ¡Esto hace que el mundo saliente y el lector se transformen con cada visita!

Hay quienes condenan los juegos de videos, los cómics y ciertos libros como herramientas de enajenación y de aturdimiento mental. ¿Quién sabe? Es muy probable que eso sea cierto en muchos casos, pero ciertamente no en todos. Ante la diversidad y cantidad de información que corre a través de los diferentes medios, estigmatizar al soporte per se resulta tan absurdo como contraproducente (dice el dicho: “nunca son todos y nunca es siempre”: los medios y soportes son sólo eso, la intención y el uso es lo que determina el beneficio o el perjuicio para un determinado usuario; además, no por haber videojuegos, los niños han dejado de ir al parque y no por haber e-books, la gente ha dejado de leer libros hechos con papel). La elaboración de productos culturales  y el acto mismo de recepción tampoco pueden entenderse en términos categóricos y cerrados; la relación dialéctica es parte de toda materia humana. ¿De qué otra manera podrían explicarse la cantidad y variedad de interpretaciones de las llamadas obras clásicas?


Bibliografía
BARCELÓ Aspeitia, Axel Arturo, “Mundos posibles” en http://www.filosoficas.unam.mx/~abarcelo/PDF/posible.pdf  (Consultado el 1 de abril de 2010).

FERRARIS, Maurizio, La imaginación, Madrid: Visor, 1996. (La balsa de la Medusa,95.  Léxico de Estética).

GARRIDO Domínguez, Antonio (comp.), Teorías de la ficción literaria, Madrid: Arco Libros, 1997. (Serie Lecturas).
Lubomir Doležel (1988). “Mímesis y mundos posibles”.
Thomas Pavel (1983). “Las fronteras de la ficción”.
Sigfried J. Schmidt (1984). “La auténtica ficción es que la realidad existe. Modelo constructivista de la realidad, la ficción y la literatura”.

MILLER, Rand et al., Myst. El libro de Atrus, Barcelona: Timun Mas, 1997.

PAVEL, Thomas G., Mundos de ficción, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995.  (Estudios. Serie Literatura).

SCHAEFFER, Jean-Marie, ¿Por qué la ficción?, Madrid: Lengua de trapo, 2002. (Desórdenes. Biblioteca de Ensayo).




[1] Axel Arturo BARCELÓ Aspeita, “Mundos posibles”. p. 4.
[2] Thomas G. PAVEL, Mundos de ficción. P. 65.
[3] Ibid. p. 68.
[4] Vid. Rand Miller, MYST. El libro de Atrus.
[5] Ibid. pp. 285-293.
[6] Puede ser un mundo sin oxígeno, sin atmósfera, con temperaturas cuasi-estelares, etc.
[7] Es decir, se pueden escribir distintos ángulos del mismo mundo.
[8] Sigfried J. SCHMIDT, “La auténtica ficción es que la realidad existe. Modelo constructivista de la realidad, la ficción y la literatura”. pp. 222-223.

lunes, 13 de agosto de 2012

La burla, la nariz y el ingenio: La traducción española de Cyrano de Bergerac


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
Francisco de Quevedo, “A un hombre de gran nariz”

Todos, creo yo, hemos sido víctima del escarnio de algún fulano abusivo; tal vez recordemos algún episodio que aún nos hiera, ya sea por la vergüenza, el enojo o las lágrimas que nos provocó (la risa, como todos sabemos, tiene sus bases en la ridiculización de los defectos de otros).

El arte de la burla porque es un arte suele ser subestimado y banalizado. Es cierto que se necesita determinado nivel de crueldad, pero es innegable también que se requiere una mínima cantidad de ingenio para hacer efecto; por ello, después de hacer memoria y tras un somero análisis académico, me di cuenta de que ninguna de las burlas que me lanzaron en su momento tenía la riqueza de la que es capaz la lengua (de Letras tenía que ser…)  y, por tanto, ahora ni siquiera vale la pena sentirse agraviada por ellas. Con todo, cuando se es pequeño y uno es molestado por ser diferente, es inevitable desear venganza: “¡Que lo atropelle un camión!”, “¡que un dinosaurio lo mastique y lo escupa!”, “¡que se tropiece con sus agujetas y se descalabre!”, “¡que mi papá le ponga en su jefa!”. Uno anhelaba que algún evento o sujeto redentor nos devolviera nuestra dignidad, pero ¿cuántos de nosotros llegamos a tomar el asunto en nuestras propias manos? Claro que siendo pequeñito, débil y sin ninguna educación en el combate, era difícil siquiera imaginar tal cosa. Entonces, acaso debería existir algún otro campo en dónde equilibrar las circunstancias…

Fue un tal Edmond Rostand quien me dio la respuesta: en el campo de las palabras.  Cyrano de Bergerac, publicada en 1897, fue mi primer manual de defensa personal. Ahora que lo pienso, la manera en que la conocí quizá no fue la más adecuada, pero sí la más afortunada: cuando tenía cinco o seis años, solíamos coleccionar las adaptaciones animadas que Hanna-Barbera hacía de obras clásicas, incluyendo la de Cyrano (con la voz del inigualable José Ferrer), la cual me divertía y me hacía llorar cada vez que la veía. Unos años después vi la película con Vincent Perez y Gerárd Depardieu… para ser honesta, no entendí casi nada. Cuando cursaba el CCH, supe del libro (¡escondido en mi propia biblioteca, ni más ni menos!); claro que para entonces ya me emocionaban algunas partes, pero más por mis referentes pasados que por la obra literaria misma.





No obstante de toda una vida de tenerlo conmigo, fue sólo hasta hace  poco tiempo que conocí por primera vez al caballero gascón de nariz enorme como autor poético y su historia como objeto de goce estético, en español y en francés.


En clase, David Huerta nos dijo hace poco que la poesía en español no sólo comprende la que está escrita originalmente en dicho idioma; las buenas traducciones también forman parte de nuestra poesía.

Por supuesto que tenemos muchas traducciones, pero casi todas son literales o no buscan recrear la intención poética más que con una u otra rima consonante. Después de leer, como estudiante de Letras Hispánicas, la versión de  Luis Vía, José Oriol Martí y Emilio Tintorer[1], concluí que ésta es un hermoso ejemplo de “una obra apropiada por medio del lenguaje”. Los traductores de Cyrano logran, con graciosas adaptaciones siempre fieles—, extender la dulce sorna francesa hacia el grave carácter español.

Aun cuando las escenas más famosas suelen ser las de tema amoroso[2]; en definitiva, la que más disfruto siempre será la de la trifulca entre Valvert y Cyrano en el teatro (Acto Primero, Escena IV), en la que el uno busca fastidiar al otro, para después terminar como un torpe bufón frente a todos.

Ahora bien, esta escena comprende tres partes o acciones: 1) la famosa e hiperbólica “Tirada de las narices”, 2) la defensa del honor de Cyrano y 3) el combate a espada y palabra, del cual Valvert sale herido. En términos poéticos, me parece que las más valiosas son las primeras dos; así que veamos la “tirada”:

[...]
LE VICOMTE DE VALVERT:
Vous...Vous avez un nez... heu... un nez... très grand.
CYRANO (Gravement):
Très!
LE VICOMTE:
Ha!
CYRANO (Imperturbable):
C’est tout?
LE VICOMTE:
Mais…
CYRANO:
Ah! Non! C'est un peu court, jeune homme!
On pouvait dire... Oh! Dieu! ... bien des choses en
                                                                    [somme...
En variant le ton, —par exemple, tenez:
Agressif: «Moi, monsieur, si j'avais un tel nez,
Il faudrait sur le champ que je me l'amputasse!»
Amical: «Mais il doit tremper dans votre tasse:
Pour boire, faites-vous fabriquer un hanap»
Descriptif: «C'est un roc !... c'est un pic... c'est un cap!
Que dis-je, c'est un cap?... c'est une péninsule!»
Curieux: «De quoi sert cette oblongue capsule?
D'écritoire, monsieur, ou de boîte à ciseaux?»
Gracieux : « aimez-vous à ce point les oiseaux
Que paternellement vous vous préoccupâtes
De tendre ce perchoir à leurs petites pattes?»
Truculent: «Ça, monsieur, lorsque vous pétunez,
La vapeur du tabac vous sort-elle du nez
Sans qu'un voisin ne crie au feu de cheminée?»
Prévenant: «Gardez-vous, votre tête entraînée
Par ce poids, de tomber en avant sur le sol!»
Tendre: «Faites-lui faire un petit parasol
De peur que sa couleur au soleil ne se fane!»
Pédant: «L'animal seul, monsieur, qu'Aristophane
Appelle Hippocampelephantocamélos
Dut avoir sous le front tant de chair sur tant d'os!»
Cavalier: «Quoi, l'ami, ce croc est à la mode?
Pour pendre son chapeau c'est vraiment très
                                                                   [commode!»
Emphatique: «Aucun vent ne peut, nez magistral,
T'enrhumer tout entier, excepté le mistral!»
Dramatique: «C'est la Mer Rouge quand il saigne!»
Admiratif: «Pour un parfumeur, quelle enseigne!»
Lyrique: «Est-ce une conque, êtes-vous un triton?»
Naïf: «Ce monument, quand le visite-t-on?»
Respectueux: «Souffrez, monsieur, qu'on vous salue,
C'est là ce qui s'appelle avoir pignon sur rue!»
Campagnard  «Hé, ardé ! C'est-y un nez? Nanain!
C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain!»
Militaire: «Pointez contre cavalerie!»
Pratique: «Poulez-vous le mettre en loterie?
Assurément, monsieur, ce sera le gros lot!»
Enfin parodiant Pyrame en un sanglot:
«Le voilà donc ce nez qui des traits de son maître
A détruit l'harmonie ! Il en rougit, le traître!»
—Voilà ce qu'à peu près, mon cher, vous m'auriez dit
Si vous aviez un peu de lettres et d'esprit:
Mais d'esprit, ô le plus lamentable des êtres,
Vous n'en eûtes jamais un atome, et de lettres
Vous n'avez que les trois qui forment le mot: sot!
Eussiez-vous eu, d'ailleurs, l'invention qu'il faut
Pour pouvoir là, devant ces nobles galeries,
Me servir toutes ces folles plaisanteries,
Que vous n'en eussiez pas articulé le quart
De la moitié du commencement d'une, car
Je me les sers moi-même, avec assez de verve,
Mais je ne permets pas qu'un autre me les serve. 
[...]

[...]
EL VIZCONDE DE VALVERT:
Tenéis una...nariz...muy...grande
CYRANO (Gravemente):
                   Mucho.
VALVERT:
¡Ja! ¡ja!
CYRANO (Imperturbable):
            ¿Y qué más?
VALVERT;
                                Pero...
CYRANO:
Seguid; ya escucho (Pausa.)
Eso es muy corto, joven; yo os abono
 que podíais variar bastante el tono.
Por ejemplo: Agresivo: "Si en mi cara
tuviese tal nariz, me la amputara".
Amistoso: "¿Se baña en vuestro vaso
al beber, o un embudo usáis al caso?"
Descriptivo: "¿Es un cabo? ¿Una escollera?
Mas, ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!".
Curioso: "¿De qué os sirve ese accesorio?
¿De alacena, de caja o de escritorio?".
Burlón: "¿Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?".
Brutal: "¿Podéis fumar sin que el vecino
-¡Fuego en la chimenea!- grite?". Fino:
"Para colgar las capas y sombreros
esa percha muy útil ha de seros".
Solícito: "Compradle una sombrilla:
el sol ardiente su color mancilla".
Previsor: "tal nariz es un exceso:
buscad a la cabeza contrapeso".
Dramático: "Evitad riñas y enojo:
si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo".
Enfático: "¡Oh, Nariz!… ¡ Qué vendaval
te podría resfriar? Sólo el mistral".
Pedantesco: "Aristófanes no cita
más que un ser sólo que con vos compita
en ostentar nariz de tanto vuelo:
el Hipocampelephantocamelo".
Respetuoso: "Señor, bésoos la mano:
digna es vuestra nariz de un soberano".
Ingenuo: "De qué hazaña o qué portento
en memoria, se alzó este monumento?".
Lisonjero: "Nariz como la vuestra
es para un perfumista linda muestra".
Lírico: "¿Es una concha? ¿Sois tritón?".
Rústico: ¿Eso es nariz o es un melón?".
Militar: "Si a un castillo se acomete,
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!".
Práctico: "¿La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esta nariz sería!".
Y finalmente, a Píramo imitando:
"¡Malhadada nariz que, perturbando
el rostro de tu dueño la armonía,
te sonroja tu propia villanía!".
Algo por el estilo me dijerais
si más letras e ingenio vos tuvierais;
mas veo que de ingenio, por la traza,
tenéis el que tendrá una calabaza,
y ocho letras tan sólo, a lo que infiero:
las que forman el nombre: Majadero.
Sobre que, si a la faz de este concurso
me hubieseis dirigido tal discurso
e, ingenioso, estas flores dedicado,
ni una tan sólo hubierais terminado,
pues con más gracia yo me las repito
 y que otro me las diga no permito.
[...]
Por el lado francés, lo primero que resalta es el verso alejandrino[3], cuya rima masculina domina sobre la ocasional femenina; entonces tenemos un esquema simétrico (6 + 6), la sintaxis coincide (lo que hace que el encabalgamiento sea raro). La rima —siempre consonante— se produce tendencialmente entre los llamados “tonos”, en términos del propio Cyrano. Tenemos, por ejemplo, la rima entre el tono “Militar” y el “Práctico”:

Militaire: «Pointez contre cavalerie!»
Pratique: «Poulez-vous le mettre en loterie ?


Ahora veamos el lado del español. Como tal, prevalece la rima femenina consonante y he aquí el inicio de las bellezas de la traducción: el verso está adaptado a un endecasílabo que alterna entre el enfático (acentos en 1ª y 6ª sílabas), el heroico (acentos en 2ª y 6ª sílabas) y el melódico (acentos en 3ª y 6ª sílabas) el cual predomina en la mayoría de los tonos; por supuesto, hay varios encabalgamientos y los adaptadores permiten, en general, sólo una rima por tono, tal como sigue:

Militar: "Si a un castillo se acomete,
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!".
Práctico: "¿La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esta nariz sería!".

Así, en nuestra lengua ya no escuchamos el largo y elaborado alejandrino —que tiene la virtud de sonar como una conversación natural—, sino una italianizante y —en cierta manera— solemne burla. La cadencia del endecasílabo no quebranta la agilidad mental de Cyrano, al contrario, le proporciona un dinamismo más acorde con la propia traducción léxica.

A propósito del léxico; como se ve más arriba, la manera y el orden en que se combinan los tonos en francés y en español para resolver las rimas son diferentes, lo cual me parece uno de los detalles más admirables del trabajo de adaptación. Entonces, al principio, el orden es el mismo hasta el séptimo tono, donde la cosa empieza a variar, de tal modo que tenemos el siguiente resultado:
Tono en francés
Tono en español[4]
1. Agressif
1. Agresivo
2. Amical
2. Amistoso
3. Descriptif
3. Descriptivo
4. Curieux
4. Curioso
5. Gracieux
5. Burlón
6. Truculent
6. Brutal
7. Prévenant
7. Fino (10f)
8. Tendre
8. Solícito
9. Pédant
9. Previsor(7f)
10. Cavalier
10. Dramático (12f)
11. Emphatique
11. Enfático
12. Dramatique
12. Pedantesco (9f)
13. Admiratif
13. Respetuoso (16f)
14. Lyrique
14. Ingenuo (15f)
15. Naïf
15. Lisonjero (13f)
16. Respectueux
16. Lírico (14f)
17. Campagnard
17. Rústico
18. Militaire
18. Militar
19. Pratique
19. Práctico

En término de “traslación de sentido”, habría que hacer una precisión: se trata de oído y sensibilidades; el chiste en una lengua rara vez pega igual en otra, en especial cuando se traduce de forma literal. El acento agudo del francés hace sonar bien la chanza, le da un toque particularmente sabroso cuando se pronuncia con una inocente boquita semicerrada; pero, para un hispanohablante, la gravedad le confiere una contundencia más seca. Es cierto, quizá suene más adorable:
Gracieux: «Aimez-vous à ce point les oiseaux
Que paternellement vous vous préoccupâtes
De tendre ce perchoir à leurs petites pattes?»

por “la preocupación paternal”, las “patitas de los pájaros” y quizá, por los brinquitos fónicos entre sorda y sorda, que

Burlón: "¿Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?"

pero el juego lingüístico se equilibra con el precioso arabismo tan propio de la península, juego que, por cierto, aparece de nuevo más adelante casi al final de la “Defensa del honor de Cyrano”; el

Maraud, faquin, butor de pied plat ridicule!


donde el ‘bribón’, ‘sinvergüenza’ o ‘canalla’ es traducido por
¡Badulaque, fanfarrón,
ganapán!...

¡mozarabización del latín el primero, arabismo hispánico el segundo!  En otros tonos, la gracia no se detiene ahí. Por ejemplo, me suena mejor y más adecuado

[Lírico: "¿Es una concha? ¿Sois tritón?".]
Rústico: ¿Eso es nariz o es un melón?".

 por la llaneza del verso y el genial contraste con el tono “Lírico” precedente, que

Campagnard: «Hé, ardé! C'est-y un nez? Nanain!
C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain!».


del cual tampoco se puede ignorar la introducción de “gasconismos” en el afán de hacer verosímil el tono. Creo que tiene un efecto más enternecedor el elaborado
Ingenuo: "De qué hazaña o qué portento
en memoria, se alzó este monumento?",

que el sencillo
Naïf: «Ce monument, quand le visite-t-on?»

Ahora bien, me parece que si la primera parte es una delicia italianizante, la segunda es un portento del todo español.

DE GUICHE (voulant emmener le vicomte pétrifié):
Vicomte, laissez donc!
LE VICOMTE (suffoque):
Ces grands airs arrogants!
Un hobereau qui… qui… n’a même pas de gants!
Et qui sort sans rubans, sans bouffettes, sans ganses!
CYRANO:
Moi, c’est moralement que j’ai mes élégances.
Je ne m’attife pas ainsi qu’un freluquet,
mais je suis plus soigne si je suis moins coquet;
je ne sortirais pas avec, par négligence,
un affront pas très bien lave, la conscience
jaune encor de sommeil dans le coin de son œil,
un honneur chiffonne, des scrupules en deuil.
Mais je marche sans rien sur moi qui ne reluise,
empanache d’indépendance et de franchise;
ce n’est pas une taille avantageuse, c’est
mon ame que je cambre ainsi qu’en un corset,
et tout couvert d’exploits qu’en rubans je m’attache,
retroussant mon esprit ainsi qu’une moustache,
je fais, en traversant les groupes et les ronds,
sonner les vérités comme des éperons.






LE VICOMTE:
Mais, monsieur…
CYRANO:
Je n’ai pas de gants ?... La belle affaire!
Il m’en restait un seul… d’une très vieille paire!
—Lequel m’était d’ailleurs encor for importun:
Je l’ai laisse dans le figure de quelqu’un.




LE VICOMTE:
Maraud, faquin, butor de pied plat ridicule !

CYRANO (ôtant son chapeau et saluant comme si le vicomte venait de se présenter):
Ah !... Et moi, Cyrano-Savinien-Hercule
de Bergerac.

(Rires.)
LE VICOMTE (exaspéré):
Bouffon!
[…]
GUICHE (queriendo llevarse al vizconde[…]
Ven, vizconde.
VALVERT (sofocado):
                           ¡Tal jactancia
y tonos tan arrogantes
un hidalguillo… sin guantes!
CYRANO:
Es más noble mi elegancia.
Si visto con negligencia
y cual dama no me aliño,
es más blanca que el armiño
y más limpia mi conciencia.
Pobre y humilde es mi traje;
mas el sol no me alumbrara
si mi claro honor manchara
ni aun la sombra de un ultraje.
Al más estrecho deber
me ciño, y no mi cintura
pongo en constante tortura
para buen talle tener.
No soy siervo de la moda,
mi voluntad es mi ley,
y, orgulloso como un rey,
hago cuanto me acomoda.
Desprecio las vanidades
y el valor que estriba en telas,
y hago sonar como espuelas
a mi paso las verdades.
VALVERT:
Pero…
CYRANO:
             ¡Venirme a insultar
porque guantes no tenía!...
Uno quedábame un día,
recuerdo, de un viejo par.
Bien pronto de él me libré;
menguada molestia diome;
vino un necio, importunóme,
y en su rostro lo dejé.
VALVERT:
¡Badulaque, fanfarrón,
ganapán!...
CYRANO (Quitándose el sombrero, y saludando como si el vizconde acabara de presentarse):
                   ¡Ah! Y yo, Cyrano
Hércules y Saviniano
de Bergerac. (Risas.)
VALVERT (exasperado):
                     ¡Pché! ¡Bufón!
[…]

En francés, el alejandrino continúa, ¡pero en español los traductores optaron por el verso octosílabo! Justamente cuando Cyrano habla de su carácter genuino y defiende su honor frente al falso noble —que de noble sólo tiene la ropa—, lo hace en métrica española pura, más ágil y vivaz. El verso más antiguo y natural de nuestro idioma, propio del pueblo y de cultos a lo largo de siglos, resulta ser el más adecuado para hablar de las virtudes. Tal decisión me hace pensar que el trabajo no se limitó a sólo traducir y a adaptar, también buscó el apropiarse del personaje, sus sentimientos y su razonamiento[5]. Entonces, no me sorprende que la noche del 1º de febrero de 1899, fecha en que la obra se estrenó en el Teatro Español de Madrid, fuera un completo éxito, en especial entre los amantes de la lengua original.

En términos de contenido, Cyrano nos ofrece una deliciosa lección: aun siendo un hábil espadachín que no necesita más de un par de estoques para terminar con su infeliz víctima, elige primero hacer uso de la palabra para despojarlo de su insulsa arrogancia y demostrar que la actividad poiética trasciende los elevados ámbitos de las artes. Algo tan simple como una pulla requiere de gracia, agudeza y rapidez mental, de tal modo que nuestro soldado-poeta de faz prominente se apropia de aquello que lo hiere —porque de eso no hay duda—; lo transforma, lo sublima, lo destila y reelabora una ironía purificada, libre de escoria. Sabe quién es y sabe demostrarlo.

Las cosas claras: en realidad, lo anterior es menos un estudio meticuloso, serio y concienzudo que una invitación para disfrutar un redescubrimiento personal. Para mí, cada vez que leo cómo Luis, José y Emilio (la familiaridad llegó sola) resuelven las diversas situaciones lingüísticas y poéticas planteadas en la obra, me recorre la espina un espasmo que se extiende por toda la piel y hasta los huesos (me pongo “chinita, chinita”).

Antes, esbocé dos ideas que ahora me gustaría completar: una, que el modo en que conocí a Cyrano “no fue el más adecuado, pero sí el más afortunado”. “Poco adecuado” porque, si hay algo que puede arruinar el valor artístico de una obra literaria es haber sido dada a conocer primero en versiones ya digeridas; “afortunado”, sin embargo, porque fueron los medios indicados para entender un nuevo nivel a cada edad (quizá, de haber sido al revés, hoy no lo disfrutaría tanto). Otra, que la cuarta escena es mi favorita, no únicamente por la chusca situación y la belleza del lenguaje empleado como un arma, sino por el despliegue de ingenio al servicio de la contraburla, en labios de un hombre extraordinario como la revancha última de los que, en algún momento de nuestras vidas, fuimos ridiculizados y humillados por simples “majaderos”.

En fin, a manera de epílogo, sólo me resta confesar —con cierta pena y mucho orgullo— lo siguiente: cuando aprendí que podía defenderme con palabras, viví mi época de secundaria como una de las chicas más temibles de la escuela; todos sabían que si buscaban pleito o diversión a costa mía, saldrían humillados (no de una manera tan fina y elegante como hubiera deseado, pero sí efectiva). Bastaba con advertirles que si en verdad querían entablar semejante encuentro para que desistieran y dieran la media vuelta con la cabeza baja.  Unos pocos años después, también aprendí a empuñar el sable tanto para golpear como para cortar, pero ¿con qué necesidad sino estética? Al fin de cuentas, no difiere mucho una hoja afilada de un ingenio despierto.


[1] Escrita en 1899, sólo dos años después de la publicación original francesa.
[2] Roxana, sobre el balcón; Cristián y Cyrano debajo, una débil luz de luna y casi puras sombras… ¡Qué escena!
[3] Verso común en francés desde tiempos de El libro de Alexaindre, pero en desuso en tiempos de los románticos. A finales del siglo XIX se retoma para combinar innovación y tradición, lo que constituirá una constante a lo largo del siglo XX.
[4] El número entre paréntesis indica el equivalente en francés.
[5] Cabe destacar el hecho de que, a lo largo de toda la obra, los metros que dominan son el octosílabo y el endecasílabo: el primero es usado no sólo para los diálogos cotidianos (alternando con algún decasílabo), sino para resalta momentos de gran contenido moral; el segundo —y esto también es notable— se presenta únicamente para las escenas más cargadas de sentimiento, por ejemplo cuando Cyrano se le declara a Roxana bajo el balcón (Acto Tercero, Escenas VII y X) o en el discurso del poeta-cadete antes de morir (Acto Quinto, Escenas VI y VII).