No hace falta ser un hombre gay para percibir e incluso desear la atracción entre dos sujetos atractivos; una puede ser mujer, heterosexual, y extraer gozo a partir de múltiples manifestaciones homoeróticas sin ningún problema.
Esa fue una de mis propuestas en el primer Coloquio de Letras Diversas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, organizado por el Seminario de Literatura Lésbico-Gay. A pesar del poco tiempo disponible, los organizadores se mostraron muy interesados por el concepto de mujeres heterosexuales que no sólo consumen abiertamente pornografía homosexual, sino que también la producen; la mayoría de los asistentes a mi ponencia fueron jóvenes chicas muy entusiastas que gritaban de gusto al escuchar y ver imágenes conocidas. No fue una coincidencia.
Entre los círculos críticos y feministas, se plantea con regularidad la pregunta de cómo es o cómo puede ser la pornografía producida por mujeres y cuáles serían sus implicaciones, tanto sociales como culturales. Pues bien, la trinchera desde la que yo hablé en el Coloquio fue la del manga y el anime, géneros narrativos extendidísimos de la cultura pop japonesa: el yaoi.
A grandes rasgos, se trata de un subgénero del manga (cómic japonés 1 ) —también identificado con las siglas BL (Boy’s love)—, cuyo significado puede desglosarse en términos estructurales: “Sin clímax, sin objetivo, sin sentido” (Yama nashi, ochi nashi, imi nashi) o en términos temáticos: “¡Para, me duele el culo!” (Yamete, oshiri ga itai!). En cualquier caso, es la representación explícita de una relación sexual entre dos (o más) hombres. Eso es todo.
Ahora, viene lo interesante: Hablar de yaoi es hablar de un fenómeno editorial, estético y (¿por qué no?) sexual exclusivamente femenino. [...]
MUY BUENO
ResponderEliminar