Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de
sol mal encarado,
érase un
elefante boca arriba,
érase una nariz
sayón y escriba,
un Ovidio Nasón
mal narigado.
Érase el espolón
de una galera,
érase una
pirámide de Egito,
las doce tribus
de narices era;
érase un
naricísimo infinito
frisón
archinariz, caratulera,
sabañón garrafal,
morado y frito.
Francisco de
Quevedo, “A un hombre de gran nariz”
Todos, creo yo, hemos sido víctima del escarnio de
algún fulano abusivo; tal vez recordemos algún episodio que aún nos hiera, ya
sea por la vergüenza, el enojo o las lágrimas que nos provocó (la risa, como
todos sabemos, tiene sus bases en la ridiculización de los defectos de otros).
El arte de la burla —porque es un arte— suele ser subestimado y banalizado. Es cierto que se
necesita determinado nivel de crueldad, pero es innegable también que se
requiere una mínima cantidad de ingenio para hacer efecto; por ello, después de
hacer memoria y tras un somero análisis académico, me di cuenta de que ninguna
de las burlas que me lanzaron en su momento tenía la riqueza de la que es capaz la lengua (de
Letras tenía que ser…) y, por tanto,
ahora ni siquiera vale la pena sentirse agraviada por ellas. Con todo, cuando
se es pequeño y uno es molestado por ser diferente, es inevitable desear
venganza: “¡Que lo atropelle un camión!”, “¡que un dinosaurio lo mastique y lo
escupa!”, “¡que se tropiece con sus agujetas y se descalabre!”, “¡que mi papá
le ponga en su jefa!”. Uno anhelaba que algún evento o sujeto redentor nos
devolviera nuestra dignidad, pero ¿cuántos de nosotros llegamos a tomar el
asunto en nuestras propias manos? Claro que siendo pequeñito, débil y sin
ninguna educación en el combate, era difícil siquiera imaginar tal cosa.
Entonces, acaso debería existir algún otro campo en dónde equilibrar las
circunstancias…
Fue un tal Edmond Rostand quien me dio la respuesta: en
el campo de las palabras. Cyrano de Bergerac, publicada en 1897,
fue mi primer manual de defensa personal. Ahora que lo pienso, la manera en que
la conocí quizá no fue la más adecuada, pero sí la más afortunada: cuando tenía
cinco o seis años, solíamos coleccionar las adaptaciones animadas que
Hanna-Barbera hacía de obras clásicas, incluyendo la de Cyrano (con la voz del inigualable José Ferrer), la cual me
divertía y me hacía llorar cada vez que la veía. Unos años después vi la
película con Vincent Perez y Gerárd Depardieu… para ser honesta, no entendí
casi nada. Cuando cursaba el CCH, supe del libro (¡escondido en mi propia
biblioteca, ni más ni menos!); claro que para entonces ya me emocionaban algunas
partes, pero más por mis referentes pasados que por la obra literaria misma.
No obstante de toda una vida de tenerlo conmigo, fue sólo
hasta hace poco tiempo que conocí por primera vez al caballero gascón de nariz
enorme como autor poético y su historia como objeto de goce estético, en
español y en francés.
En clase, David Huerta nos dijo hace poco que la
poesía en español no sólo comprende la que está escrita originalmente en dicho
idioma; las buenas traducciones también forman parte de nuestra poesía.
Por supuesto que tenemos muchas traducciones, pero
casi todas son literales o no buscan recrear la intención poética más que con
una u otra rima consonante. Después de leer, como estudiante de Letras
Hispánicas, la versión de Luis Vía, José
Oriol Martí y Emilio Tintorer[1],
concluí que ésta es un hermoso ejemplo de “una obra apropiada por medio del
lenguaje”. Los traductores de Cyrano
logran, con graciosas adaptaciones —siempre fieles—, extender la dulce sorna francesa hacia el grave carácter
español.
Aun
cuando las escenas más famosas suelen ser las de tema amoroso[2]; en
definitiva, la que más disfruto siempre será la de la trifulca entre Valvert y
Cyrano en el teatro (Acto Primero, Escena IV), en la que el uno busca fastidiar
al otro, para después terminar como un torpe bufón frente a todos.
Ahora
bien, esta escena comprende tres partes o acciones: 1) la famosa e hiperbólica
“Tirada de las narices”, 2) la defensa del honor de Cyrano y 3) el combate a
espada y palabra, del cual Valvert sale herido. En términos poéticos, me parece
que las más valiosas son las primeras dos; así que veamos la “tirada”:
[...]
LE VICOMTE DE VALVERT: Vous...Vous avez un nez... heu... un nez... très grand. CYRANO (Gravement):
Très!
LE VICOMTE:
Ha!
CYRANO (Imperturbable):
C’est tout?
LE VICOMTE:
Mais…
CYRANO:
Ah! Non! C'est un peu court, jeune homme! On pouvait dire... Oh! Dieu! ... bien des choses en
[somme...
En variant le ton, —par exemple, tenez: Agressif: «Moi, monsieur, si j'avais un tel nez, Il faudrait sur le champ que je me l'amputasse!» Amical: «Mais il doit tremper dans votre tasse: Pour boire, faites-vous fabriquer un hanap» Descriptif: «C'est un roc !... c'est un pic... c'est un cap! Que dis-je, c'est un cap?... c'est une péninsule!» Curieux: «De quoi sert cette oblongue capsule? D'écritoire, monsieur, ou de boîte à ciseaux?» Gracieux : « aimez-vous à ce point les oiseaux Que paternellement vous vous préoccupâtes De tendre ce perchoir à leurs petites pattes?» Truculent: «Ça, monsieur, lorsque vous pétunez, La vapeur du tabac vous sort-elle du nez Sans qu'un voisin ne crie au feu de cheminée?» Prévenant: «Gardez-vous, votre tête entraînée Par ce poids, de tomber en avant sur le sol!» Tendre: «Faites-lui faire un petit parasol De peur que sa couleur au soleil ne se fane!» Pédant: «L'animal seul, monsieur, qu'Aristophane Appelle Hippocampelephantocamélos Dut avoir sous le front tant de chair sur tant d'os!» Cavalier: «Quoi, l'ami, ce croc est à la mode? Pour pendre son chapeau c'est vraiment très
[commode!»
Emphatique: «Aucun vent ne peut, nez magistral, T'enrhumer tout entier, excepté le mistral!» Dramatique: «C'est la Mer Rouge quand il saigne!» Admiratif: «Pour un parfumeur, quelle enseigne!» Lyrique: «Est-ce une conque, êtes-vous un triton?» Naïf: «Ce monument, quand le visite-t-on?» Respectueux: «Souffrez, monsieur, qu'on vous salue, C'est là ce qui s'appelle avoir pignon sur rue!» Campagnard «Hé, ardé ! C'est-y un nez? Nanain! C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain!» Militaire: «Pointez contre cavalerie!» Pratique: «Poulez-vous le mettre en loterie? Assurément, monsieur, ce sera le gros lot!» Enfin parodiant Pyrame en un sanglot: «Le voilà donc ce nez qui des traits de son maître A détruit l'harmonie ! Il en rougit, le traître!» —Voilà ce qu'à peu près, mon cher, vous m'auriez dit Si vous aviez un peu de lettres et d'esprit: Mais d'esprit, ô le plus lamentable des êtres, Vous n'en eûtes jamais un atome, et de lettres Vous n'avez que les trois qui forment le mot: sot! Eussiez-vous eu, d'ailleurs, l'invention qu'il faut Pour pouvoir là, devant ces nobles galeries, Me servir toutes ces folles plaisanteries, Que vous n'en eussiez pas articulé le quart De la moitié du commencement d'une, car Je me les sers moi-même, avec assez de verve, Mais je ne permets pas qu'un autre me les serve.
[...]
|
[...]
EL VIZCONDE DE VALVERT: Tenéis una...nariz...muy...grande CYRANO (Gravemente): Mucho. VALVERT: ¡Ja! ¡ja! CYRANO (Imperturbable): ¿Y qué más? VALVERT; Pero... CYRANO: Seguid; ya escucho (Pausa.) Eso es muy corto, joven; yo os abono que podíais variar bastante el tono. Por ejemplo: Agresivo: "Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara". Amistoso: "¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?" Descriptivo: "¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas, ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!". Curioso: "¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?". Burlón: "¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?". Brutal: "¿Podéis fumar sin que el vecino -¡Fuego en la chimenea!- grite?". Fino: "Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros". Solícito: "Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla". Previsor: "tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso". Dramático: "Evitad riñas y enojo: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo". Enfático: "¡Oh, Nariz!… ¡ Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral". Pedantesco: "Aristófanes no cita más que un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: el Hipocampelephantocamelo". Respetuoso: "Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano". Ingenuo: "De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?". Lisonjero: "Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra". Lírico: "¿Es una concha? ¿Sois tritón?". Rústico: ¿Eso es nariz o es un melón?". Militar: "Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!". Práctico: "¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esta nariz sería!". Y finalmente, a Píramo imitando: "¡Malhadada nariz que, perturbando el rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!". Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza, y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero. Sobre que, si a la faz de este concurso me hubieseis dirigido tal discurso e, ingenioso, estas flores dedicado, ni una tan sólo hubierais terminado, pues con más gracia yo me las repito y que otro me las diga no permito.
[...]
|
Por el lado francés, lo primero que resalta es el
verso alejandrino[3],
cuya rima masculina domina sobre la ocasional femenina; entonces tenemos un
esquema simétrico (6 + 6), la sintaxis coincide (lo que hace que el encabalgamiento
sea raro). La rima —siempre consonante— se produce tendencialmente entre los llamados
“tonos”, en términos del propio Cyrano. Tenemos, por ejemplo, la rima entre el
tono “Militar” y el “Práctico”:
Militaire: «Pointez contre cavalerie!»
Pratique: «Poulez-vous le mettre en loterie ?
Pratique: «Poulez-vous le mettre en loterie ?
Ahora
veamos el lado del español. Como tal, prevalece la rima femenina consonante y
he aquí el inicio de las bellezas de la traducción: el verso está adaptado a un
endecasílabo que alterna entre el enfático (acentos en 1ª y 6ª sílabas), el
heroico (acentos en 2ª y 6ª sílabas) y el melódico (acentos en 3ª y 6ª sílabas)
el cual predomina en la mayoría de los tonos; por supuesto, hay varios
encabalgamientos y los adaptadores permiten, en general, sólo una rima por
tono, tal como sigue:
Militar: "Si a un castillo
se acomete,
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!".
Práctico: "¿La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esta nariz sería!".
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!".
Práctico: "¿La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esta nariz sería!".
Así, en nuestra
lengua ya no escuchamos el largo y elaborado alejandrino —que tiene la virtud
de sonar como una conversación natural—, sino una italianizante y —en cierta
manera— solemne burla. La cadencia del endecasílabo no quebranta la agilidad
mental de Cyrano, al contrario, le proporciona un dinamismo más acorde con la
propia traducción léxica.
A propósito del
léxico; como se ve más arriba, la manera y el orden en que se combinan los tonos
en francés y en español para resolver las rimas son diferentes, lo cual me
parece uno de los detalles más admirables del trabajo de adaptación. Entonces,
al principio, el orden es el mismo hasta el séptimo tono, donde la cosa empieza
a variar, de tal modo que tenemos el siguiente resultado:
Tono en francés
|
Tono en español[4]
|
1. Agressif
|
1. Agresivo
|
2. Amical
|
2. Amistoso
|
3. Descriptif
|
3. Descriptivo
|
4. Curieux
|
4. Curioso
|
5. Gracieux
|
5. Burlón
|
6. Truculent
|
6. Brutal
|
7. Prévenant
|
7. Fino (10f)
|
8. Tendre
|
8. Solícito
|
9. Pédant
|
9. Previsor(7f)
|
10. Cavalier
|
10. Dramático (12f)
|
11. Emphatique
|
11. Enfático
|
12. Dramatique
|
12. Pedantesco
(9f)
|
13. Admiratif
|
13. Respetuoso
(16f)
|
14. Lyrique
|
14. Ingenuo (15f)
|
15. Naïf
|
15. Lisonjero (13f)
|
16. Respectueux
|
16. Lírico (14f)
|
17. Campagnard
|
17. Rústico
|
18. Militaire
|
18. Militar
|
19. Pratique
|
19. Práctico
|
En término de “traslación de sentido”, habría que
hacer una precisión: se trata de oído y sensibilidades; el chiste en una lengua
rara vez pega igual en otra, en especial cuando se traduce de forma literal. El
acento agudo del francés hace sonar bien la chanza, le da un toque
particularmente sabroso cuando se pronuncia con una inocente boquita
semicerrada; pero, para un hispanohablante, la gravedad le confiere una contundencia
más seca. Es cierto, quizá
suene más adorable:
Gracieux: «Aimez-vous à ce point les oiseaux
Que paternellement vous vous préoccupâtes
De tendre ce perchoir à leurs petites pattes?»
por “la preocupación paternal”, las “patitas de los pájaros”
y quizá, por los brinquitos fónicos entre sorda y sorda, que
Burlón: "¿Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?"
pero el juego lingüístico se equilibra con el precioso
arabismo tan propio de la península, juego que, por cierto, aparece de nuevo
más adelante casi al final de la “Defensa del honor de Cyrano”; el
Maraud, faquin, butor de pied plat ridicule!
donde el
‘bribón’, ‘sinvergüenza’ o ‘canalla’ es traducido por
¡Badulaque, fanfarrón,
ganapán!...
¡mozarabización
del latín el primero, arabismo hispánico el segundo! En
otros tonos, la gracia no se detiene ahí. Por ejemplo, me suena mejor y más
adecuado
[Lírico: "¿Es una concha? ¿Sois tritón?".]
Rústico: ¿Eso es nariz o es un melón?".
por la llaneza del verso y el genial contraste
con el tono “Lírico” precedente, que
Campagnard: «Hé, ardé! C'est-y un nez? Nanain!
C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain!».
C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain!».
del cual tampoco
se puede ignorar la introducción de “gasconismos” en el afán de hacer verosímil
el tono. Creo que tiene un efecto más enternecedor el elaborado
Ingenuo: "De qué hazaña o qué portento
en memoria, se alzó este monumento?",
que el sencillo
Naïf: «Ce monument, quand le visite-t-on?»
Ahora
bien, me parece que si la primera parte es una delicia italianizante, la segunda
es un portento del todo español.
DE GUICHE (voulant emmener le vicomte pétrifié):
Vicomte, laissez donc!
LE VICOMTE (suffoque):
Ces grands airs arrogants!
Un hobereau qui… qui… n’a même pas de gants!
Et qui sort sans rubans, sans bouffettes, sans ganses!
CYRANO:
Moi, c’est moralement que j’ai mes élégances.
Je ne m’attife pas ainsi qu’un freluquet,
mais je suis plus soigne si je suis moins coquet;
je ne sortirais pas avec, par négligence,
un affront pas très bien lave, la conscience
jaune encor de sommeil dans le coin de son œil,
un honneur chiffonne, des scrupules en deuil.
Mais je marche sans rien sur moi qui ne reluise,
empanache d’indépendance et de franchise;
ce n’est pas une taille avantageuse, c’est
mon ame que je cambre ainsi qu’en un corset,
et tout couvert d’exploits qu’en rubans je m’attache,
retroussant mon esprit ainsi qu’une moustache,
je fais, en traversant les groupes et les ronds,
sonner les vérités comme des éperons.
LE VICOMTE:
Mais, monsieur…
CYRANO:
Je n’ai pas de gants ?... La belle affaire!
Il m’en restait un seul… d’une très vieille paire!
—Lequel m’était d’ailleurs encor for importun:
Je l’ai laisse dans le figure de quelqu’un.
LE VICOMTE:
Maraud, faquin, butor de pied plat ridicule !
CYRANO (ôtant son
chapeau et saluant comme si le vicomte venait de se présenter):
Ah !... Et moi, Cyrano-Savinien-Hercule
de Bergerac.
(Rires.)
LE VICOMTE (exaspéré):
Bouffon!
[…]
|
GUICHE (queriendo llevarse al vizconde[…]
Ven,
vizconde.
VALVERT (sofocado):
¡Tal jactancia
y
tonos tan arrogantes
un
hidalguillo… sin guantes!
CYRANO:
Es
más noble mi elegancia.
Si
visto con negligencia
y
cual dama no me aliño,
es
más blanca que el armiño
y
más limpia mi conciencia.
Pobre
y humilde es mi traje;
mas
el sol no me alumbrara
si
mi claro honor manchara
ni
aun la sombra de un ultraje.
Al
más estrecho deber
me
ciño, y no mi cintura
pongo
en constante tortura
para
buen talle tener.
No
soy siervo de la moda,
mi
voluntad es mi ley,
y,
orgulloso como un rey,
hago
cuanto me acomoda.
Desprecio
las vanidades
y
el valor que estriba en telas,
y
hago sonar como espuelas
a
mi paso las verdades.
VALVERT:
Pero…
CYRANO:
¡Venirme a insultar
porque
guantes no tenía!...
Uno
quedábame un día,
recuerdo,
de un viejo par.
Bien
pronto de él me libré;
menguada
molestia diome;
vino
un necio, importunóme,
y
en su rostro lo dejé.
VALVERT:
¡Badulaque,
fanfarrón,
ganapán!...
CYRANO (Quitándose el sombrero, y saludando como
si el vizconde acabara de presentarse):
¡Ah! Y yo, Cyrano
Hércules
y Saviniano
de
Bergerac. (Risas.)
VALVERT (exasperado):
¡Pché! ¡Bufón!
[…]
|
En francés, el
alejandrino continúa, ¡pero en español los traductores optaron por el verso
octosílabo! Justamente cuando Cyrano habla de su carácter genuino y defiende su
honor frente al falso noble —que de noble sólo tiene la ropa—, lo hace en
métrica española pura, más ágil y vivaz. El verso más antiguo y natural de
nuestro idioma, propio del pueblo y de cultos a lo largo de siglos, resulta ser
el más adecuado para hablar de las virtudes. Tal decisión me hace pensar que el
trabajo no se limitó a sólo traducir y a adaptar, también buscó el apropiarse
del personaje, sus sentimientos y su razonamiento[5].
Entonces, no me sorprende que la noche del 1º de febrero de 1899, fecha en que
la obra se estrenó en el Teatro Español de Madrid, fuera un completo éxito, en especial
entre los amantes de la lengua original.
En términos de
contenido, Cyrano nos ofrece una deliciosa lección: aun siendo un hábil
espadachín que no necesita más de un par de estoques para terminar con su
infeliz víctima, elige primero hacer uso de la palabra para despojarlo de su
insulsa arrogancia y demostrar que la actividad poiética trasciende los elevados
ámbitos de las artes. Algo tan simple como una pulla requiere de gracia, agudeza
y rapidez mental, de tal modo que nuestro soldado-poeta de faz prominente se
apropia de aquello que lo hiere —porque de eso no hay duda—; lo transforma, lo
sublima, lo destila y reelabora una ironía purificada, libre de escoria. Sabe
quién es y sabe demostrarlo.
Las cosas
claras: en realidad, lo anterior es menos un estudio meticuloso, serio y
concienzudo que una invitación para disfrutar un redescubrimiento personal. Para
mí, cada vez que leo cómo Luis, José y Emilio (la familiaridad llegó sola)
resuelven las diversas situaciones lingüísticas y poéticas planteadas en la
obra, me recorre la espina un espasmo que se extiende por toda la piel y hasta
los huesos (me pongo “chinita, chinita”).
Antes, esbocé dos
ideas que ahora me gustaría completar: una, que el modo en que conocí a Cyrano
“no fue el más adecuado, pero sí el más afortunado”. “Poco adecuado” porque, si
hay algo que puede arruinar el valor artístico de una obra literaria es haber
sido dada a conocer primero en versiones ya digeridas; “afortunado”, sin
embargo, porque fueron los medios indicados para entender un nuevo nivel a cada
edad (quizá, de haber sido al revés, hoy no lo disfrutaría tanto). Otra, que la
cuarta escena es mi favorita, no únicamente por la chusca situación y la
belleza del lenguaje empleado como un arma, sino por el despliegue de ingenio
al servicio de la contraburla, en labios de un hombre extraordinario como la
revancha última de los que, en algún momento de nuestras vidas, fuimos
ridiculizados y humillados por simples “majaderos”.
En fin, a manera
de epílogo, sólo me resta confesar —con cierta pena y mucho orgullo— lo
siguiente: cuando aprendí que podía defenderme con palabras, viví mi época de
secundaria como una de las chicas más temibles de la escuela; todos sabían que
si buscaban pleito o diversión a costa mía, saldrían humillados (no de una
manera tan fina y elegante como hubiera deseado, pero sí efectiva). Bastaba con
advertirles que si en verdad querían entablar semejante encuentro para que
desistieran y dieran la media vuelta con la cabeza baja. Unos pocos años después, también aprendí a
empuñar el sable tanto para golpear como para cortar, pero ¿con qué necesidad
sino estética? Al fin de cuentas, no difiere mucho una hoja afilada de un
ingenio despierto.
[2] Roxana, sobre el balcón;
Cristián y Cyrano debajo, una débil luz de luna y casi puras sombras… ¡Qué
escena!
[3]
Verso común en francés
desde tiempos de El libro de Alexaindre,
pero en desuso en tiempos de los románticos. A finales del siglo XIX se retoma
para combinar innovación y tradición, lo que constituirá una constante a lo
largo del siglo XX.
[4] El número entre paréntesis
indica el equivalente en francés.
[5] Cabe destacar el hecho de que, a
lo largo de toda la obra, los metros que dominan son el octosílabo y el
endecasílabo: el primero es usado no sólo para los diálogos cotidianos
(alternando con algún decasílabo), sino para resalta momentos de gran contenido
moral; el segundo —y esto también es notable— se presenta únicamente para las
escenas más cargadas de sentimiento, por ejemplo cuando Cyrano se le declara a
Roxana bajo el balcón (Acto Tercero, Escenas VII y X) o en el discurso del
poeta-cadete antes de morir (Acto Quinto, Escenas VI y VII).
http://elspotolsmistics.blogspot.com.es/2014/12/la-vertadera-historia-del-cyrano-de.html
ResponderEliminarTe acabo de mandar el link de mi entrada sobre el Cyrano de Bergerac.
ResponderEliminarSe ve, ha,ha,ha, que todo el rollo que te escribí, antes, no quedó reseñado y ahora me da pereza volver a escribirlo. En resumen te decia que más que la parte formal y de contenido de la obra me interesaba la història de su traducción y de como pasó de Francia a España.. Como catalán igual comprenderás mi punto de vista. He intentado ser objetivo. Todo lo que pongo en ella esta basado en informaciones periodisticas y de hemeroteca. Ya me diras.