GÜNTERT, Georges, Cervantes.
Novelar el mundo desintegrado, Barcelona: Puvill Libros, s/a. (Biblioteca
Universitaria Puvill, II. Ensayos, 19).
OSTERC, Lúdovik, La verdad sobre las novelas
ejemplares, (Obra completa), México: FFyL-UNAM, 1995. (Colección Paideia).
ZIMIC, Stanislav, Las
Novelas ejemplares de Cervantes, Siglo XXI, 1996. (Lingüística y
teoría literaria).
P.S. Por cierto, he añadido fotografías de dos excelentes actores que representaron magistralmente a Cipión y Berganza: Polo y Camila. La sesión fotográfica fue una odisea, con luchas campales incluidas, pero terriblemente divertida.
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CIPIÓN: Muchas gracias, padre, por venir a compartir
con nosotros tu sabiduría. Espero que la petición no te haya causado molestias.
BERGANZA: Sí, pá, te estamos muy agradecidos. Y estoy
seguro de que tus demás admiradores y devotos también.
CERVANTES: Mis niños, ¿cómo podría perder la oportunidad
de hablar sobre mi inigualable trabajo? (Además, con tres noches sin
poder dormir por sus interminables pláticas y amenazas de
continuar si no venía... era difícil negarme).
CIPIÓN: Mil perdones, Señor, pero es menester develarle
a público nuestro origen y razón de ser.
CERVANTES: Lo entiendo, pequeño. En realidad, me alegra
mucho saber que buscan respuestas; pero para ello, deberán plantear las
preguntas correctas.
BERGANZA: Así pues, me parece que sería bueno empezar
ya, de lo contrario, podríamos seguir así durante días sin llegar a lo que nos
interesa.
CIPIÓN: Mi buen hermano tiene razón. Entonces, dinos:
¿Por qué las Novelas Ejemplares son
novelas ejemplares? ¿Es acaso porque ofrecemos un ejemplo moral?
CERVANTES: ¡Por Dios, no! No es por eso.
CIPIÓN Y BERGANZA: ¡¿No?!
CERVANTES: No.
CIPIÓN: Pero ¿no soy yo ejemplo de buenos modos,
cuidado y pulcritud? Incluso Berganza es un gran modelo: ¡de lo que no conviene
ser!
BERGANZA: ¡Oye!
CERVANTES: ¡Ja, ja, ja! Sí, pero esa no es mi intención
principal. Quiero ser novedoso, quiero hacer algo que no tenga
precedentes y que al mismo tiempo los establezca. Hasta ahora la novela ha sido considerada pura "ficción" y “mentiras”, o bien meras traducciones de los italianos:
Bandello, Straparola o Giraldi Cinthio. Por eso, tanto ustedes como sus primos
son tan importantes: porque son modelos, pero estéticos.
BERGANZA Y CIPIÓN: ¡¡¡Oooohhhh!!!
BERGANZA: Auauauauau... un momento, padre. Entonces, ¿sí hay algo de moral
en la lectura de las Novelas Ejemplares?
CERVANTES: Pues
sí, mis lectores pueden extraer tal sentido.
BERGANZA: Pero
acabas de decir que ‘novela’ es como ‘mentira’. ¿Cómo puede ser eso moral?
CERVANTES: Me
encanta esa agudeza tuya, mi niño. Tienes razón, eso piensa la gente cuando oye
la palabra ‘novela’. Pero has de saber que hice una pequeña trampa con el
término. La palabra, en su origen latino, describe lo nuevo, lo joven. De esta
manera, cuando digo: ‘novela ejemplar’ me refiero a ‘nuevo modelo’, algo que
nadie más ha hecho antes.
CIPIÓN: ¿Y cómo
sabías que nadie más había hecho algo parecido?
CERVANTES: Bueno,
en principio, porque he leído hasta el cansancio novelas y novillieri, en español y en italiano (de algo me habrá servido
viajar por medio mundo). Además, cuando ustedes vieron la luz, tuvieron que
pasar por varios censores; ellos confirmaron lo que ya sabía: Fray Bautista
Capataz dijo que “entretienen con su novedad”, Fray Diego de Hortigosa alabó su
calidad de “entretenimiento” y admitió que “proceden de la fecundidad del
ingenio de su autor” y Salas Barbadillo dijo que mi ingenio es “singular en la
invención y copiosa en el lenguaje”.
BERGANZA: Mmhh,
ya veo. No obstante, ahora veo un pequeño problema.
CERVANTES: ¿Cuál,
pulgoso mío?
BERGANZA: Bueno, las
Novelas Ejemplares son un nuevo
modelo literario, admitido, pero tus próximos seguidores pueden hacerse muchos
líos si intentaran clasificarlas para entenderlas.
CERVANTES: ¡Ja,
ja, ja! Puede que tengas razón. En realidad, creo que sería muy divertido
escuchar sus propuestas.
CIPIÓN: ¿Eso
quiere decir que no nos dirás nada al respecto?
CERVANTES: Bien, esto es lo que haremos: ustedes me sugerirán sus conjeturas y yo les diré
si acertaron o no.
BERGANZA: En ese
caso, yo primero: a mí me parece que podemos agruparlas en “reales” e
“ideales”.
CERVANTES:
Mmhh... no.
BERGANZA: ¿Por
qué?
CERVANTES: Porque
las novelas no son todas iguales. Ninguna (y digo ninguna) es de un solo color.
Por ejemplo, sus primos Rinconete y Cortadillo tienen características no muy
“reales”. Ustedes mismos podrían no parecer de carácter realista, pero tampoco
son del todo ideales.
CIPIÓN: Sí, sí,
en fin, es mi turno. ¿Qué tal por temas? ¿Pasión, amor, fortuna...?
CERVANTES: Vaya,
suena lindo... pero no. Y antes de que me reclames, te explicaré por qué: por
la misma razón que rechacé la sugerencia de Berganza. Veamos: amor hay,
ciertamente, mas no en todas; ni la historia de Rinconete, ni de Vidriera ni la
de ustedes mismos hablan del amor. Además, al fijarte sólo en los temas, dejas
de lado los recursos estilísticos, que son los que más me importan.
BERGANZA: ¡Uh,
uh! Si hablamos de "estilo", creo que ya tengo otra: por ruptura y
consecuente restablecimiento del orden.
CERVANTES:
Mmmhhh... Nada mal... no diré que no, pero resulta insuficiente. Como historia,
esa es la secuencia que se debe seguir (si quieres que a la gente le guste). Es
demasiado general.
CIPIÓN: ¡Claro!
Yo digo que sería mejor agruparlas por orden cronológico: “tempranas” y
“tardías”.
CERVANTES: Ay,
no, esa no me gusta. En primer lugar, porque escribí las novelas a lo largo de
varios años, algunas las reescribí. En ese sentido, ni yo estoy muy seguro del
orden en que salieron. Y en segundo lugar, porque luego dirán que las tardías son más
“romancescas” y como ya nadie sabe lo que es un bendito romance, no funciona de
ninguna manera sobre mi trabajo.
CIPIÓN: ¡Dios
mío! ¿Atinaremos a dar con la respuesta algún día? Ya me estoy cansando...
CERVANTES:
¡Ánimo, por mis heridas! ¿Perdí el uso de mi mano de un arcabuzazo en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos (ni esperan los
venideros) para luego engendrar hijos llorones? ¿Querían saber sobre su origen?
¡Luchen por conocerlo!
BERGANZA: De
acuerdo, de acuerdo. Hemos de intentarlo otra vez. Errrr... ¿Qué tal por... por
clases?
CERVANTES:
Tssss... No. No suena descabellado, pero has regresado a la cuestión temática.
Si bien es cierto que ambiento la novela en un entorno predominante, eso no
implica que sólo se desarrolle en tal entorno. Cornelia tiene partes muy
cómicas, más propias del mundo humilde y tiene partes muy idealizantes, más
propias del mundo aristócrata. O Preciosa: es aristócrata agitanada, pero cuyo
discurso no se relaciona mucho con la clase baja.
CIPIÓN: Ay, ay. En
fin, si el criterio predominante debe ser más estilístico, ¿funciona si las
dividimos por géneros literarios?
CERVANTES: ¿Y cómo harías eso?
CIPIÓN: Ah, pues
muy sencillo: Gitanilla,
predominantemente pastoril; El amante,
bizantina; Rinconete, picaresca, La española, también bizantina; Vidriera, aforística; La
fuerza, más comedia que nada; El
celoso, novela corta basada en el clásico triángulo; La fregona, picaresca; Las
doncellas, caballeresca; Cornelia,
novela corta; y El casamiento y
nuestro Coloquio, picaresco-dialogal
a modo de Luciano.
CERVANTES: ¡Oh!
Ciertamente te has esforzado, mi pequeño caniche. Pero me temo que no.
CIPIÓN Y BERGANZA:
¡Auuuuurrrr!
CERVANTES: No
lloren, no lloren, que han pasado por hechos peores. No es por disfrutar su
frustración, pero en verdad no es un criterio apropiado por la misma razón del
principio: el estilo y carácter de las novelas no son siempre los mismos, aún
cuando haya uno predominante. De esta manera, La española y El amante
son más parodia de la novela bizantina que ejemplos de ella; La
Gitanilla , es mitad pastoril, mitad urbana; La fuerza está muy lejos de ser común
con la comedia del ingrato ese de Lope de Vega, el Celoso es todo lo contrario a la novela basada en el triángulo; la Fregona
comienza como picaresca, sí, pero termina como su opuesto; Doncellas tiene algo de caballeresca, pero combinada con muchas
cosas más; Cornelia tiene un estilo tanto alto como bajo; el Casamiento
es más una sátira lucianesca...
BERGANZA: ¡Alto,
Dios mío, alto!
CERVANTES: ¿Qué
pasa, mi querido Berganza?
CIPIÓN: Lamento
decir esto, padre, pero concuerdo con mi hermano. Ya los dos estamos cansados y
no logramos dar una respuesta que te satisfaga.
CERVANTES: ¿Cómo
dices, Cipión?
BERGANZA: Es
cierto, pá. Ni él, con su cultura y agudeza, ni yo con mi imaginación y energía
hemos sido capaces de ofrecerte algo útil.
CIPIÓN: Quizá dos
no sean suficientes. Tendremos que llamar a los primos para que nos ayuden.
CERVANTES: ¡Mis
hijos! ¡Han dado en el clavo!
CIPIÓN Y BERGANZA:
¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
CERVANTES: ¿No lo
ven? Sólo juntos cumplen con su cometido. En efecto, tratar de dividir o
clasificar lo que sea no es nada fácil y cualquier intento tiene sus asegunes,
pero ustedes han dado con la clave: dos. Me encanta jugar con los binomios y están
por todos lados; siempre son dos: hombre/mujer, joven/joven, doncella/doncella,
perro/perro... Dos puntos de vista, dos realidades, dos sociedades.
BERGANZA: ¿Y eso
para qué?
CERVANTES: Ay, pequeño...
Pues al ser dos “verdades”, el lector puede reflexionar y compararlas, de
manera que no sólo hay un mundo. Yo no quiero
“describir” la realidad, quiero construir diferentes realidades, para
eso nuestra lengua es tan rica. Además, cuando presento parejas como ustedes, me interesa que haya diferencias marcadas entre uno y otro; por
oposición, ustedes se vuelven individuos reales.
¿Se dan cuenta? Eso es lo que más me molesta de nuestros tiempos: un solo tipo de pensamiento se vuelve mayoritario y entonces ya no hay cabida
para otro, no hay matices ni términos medios… Pero sabemos que las cosas no son
así, nada es definitivo, único e inamovible.
CIPIÓN Y BERGANZA:
¡¡¡Oooohhhh!!!
CERVANTES: ¿Les
parece razón suficiente para existir?
CIPIÓN: Padre
mío, una vez más nos has hecho ver la luz.
BERGANZA: Cierto,
cierto; nos basta y nos sobra.